sábado, abril 18, 2009

Pelar la teta

De un tiempo a esta parte, estoy viajando tres veces por semana en tren, transporte que permite ver diferentes realidades, que, indefectiblemente, motivan preguntas en mi cabeza loca.
Y algo que moviliza mi ser mujer, mi instinto de madre –maternidad aún ausente– y una pregunta de orden, casi, antropológico y social ronda acerca de el amamantamiento.
Varias veces al viajar en tren (y una en el subte y otro par en el colectivo) vi a mamás jovenes y a niños muy pequeños buscar la teta para chupar, o dormirse o para alimentar a sus hijos, con una naturalidad pasmosa, que desequilibró a mi pacatería pública... Y ahí mismo, o acá mismo, me respondo si es que ese desequilibrio no fue otra cosa que descubrir que, en realidad y seguramente, lo natural sea eso y no las reflexiones morales y culturales que me formaron a mí.
En torno a esto, también, me sorprendió escuchar a una prima, de la que jamás hubiera imaginado, decir que ella estaba amamantando a su hijo de nueve meses y que iba a hacerlo hasta el año. Y me cambió, gratamente, la mirada sobre ella.
Entonces, asumo que es una decisión personal hacerlo o no, que no estamos acostumbrados a ver tetas de mamás jovenes en viajes en tren, y ponemos la boca en o, o nos sumergimos en miradas huidizas o colores rosados, mientras que en la televisión está permitido, con una impunidad pasmosa, rebajar a la mujer al lugar menos natural y perverso de todos, al de objeto sin sentimientos, al de cosa.
Entonces, me pregunto, ¿acaso alguien niega que haya sentimiento en 'pelar la teta'?


Vas a ser madre. Lolita

sábado, abril 11, 2009

Mareo

En este último tiempo, estoy presa de un mareo molesto, que no sé si es real, y no me atrevo a indagar al respecto.
Por otro lado, me pregunto cuán literaria soy... Y las respuestas no son lo coloridas que yo quisiera que fueran...
Estoy presa de un tedio, de un aburrimiento zigzagueante y punzante de palabras y acciones irrefrenablemente angustiosas...
Pero percibo que el olor a las mandarinas que están en la heladera, sumado al chocolate empalagante que revienta mi estómago y desborda mis pantalones con su panza, a pesar de todo, son un síntoma de que algo tiene que salir de una buena vez.
El olvido sigue siendo mal consejero, pero a pesar de que no voy a atarme una cintita en ninguno de mis dedos, sigo apostando a las casualidades y al buen olfato.

La valse d' Amelie. Yann Tiersen