A Oliverio, con total amistad
Me bajé del auto y pensé que por nada en particular –te lo juro, aunque a ésta altura ya sé con cierto escalofrío que me conocés casi como un gajo de mandarina a su cáscara, a su hollejo…, hacés unas asociaciones libres tan acertadas, que a esta altura de la madrugada me molestan por lo certeras, por lo atinadas, justas…–, pero con entusiasmo y ganas quería decirte esto.
Y me cansa mucho justificar cada gesto, vocablo, y que me mandes a que analice lo que apenas conocés con una agudeza que me espanta, me molesta porque si bien es sano, es complejo, hay una conexión que nos lleva a recordar que “me” debías una canción (y yo que pensaba que no te acordabas de nada…, bueno, está bien, lo reconozco: mis inseguridades de bolsillo, de papel metalizado, del berreta), o a olvidar preguntarte por un cantante que nombraste hace poco, o a que el reloj se coma las horas de manera inverosímil, y las preguntas queden en el cajón del tal vez o el nunca… Me encantó reconocerme en un nosotros espiritual. Sin embargo, a pesar del once de marzo, me tranquilizó tu elección en pos de escorpio, ojos de hombre cansado y feliz.
A veces hay almas que son mariposas de un día: rozan apenas la vida, pero la embellecen. Y en eso estoy, tratando de descubrirlo, yo el icono de la muñeca americana por excelencia, y aquí me hallo, contándote que espero un búfalo –o un ternero sin destetar (risas y aplausos de tu parte) – y un trabajo que me aproxime a una pseudo felicidad, y mientras tanto te dejo en tu ensayo de mañanas tempranas…
No existe el caracol, sólo que ni Ana ni yo dormimos en este instante…
... tal vez mañana despiertes sobre el mar.
ResponderBorrarNunca se sabe..., me dijeron que mis ojos eran de mar, justmente este fin de semana... -definitivamente ud. es un visionario-.
ResponderBorrarEstoy abierta a todo: mis brazos estirados, el pecho abierto al aire..., que la vida me sorprenda... (o yo, a ella)