lunes, agosto 28, 2006

Besos


a G. porque hoy la inocencia te vale que seas el Cielo y yo una estrella



de una pureza que creí inexistente
mi alma está irascible
con los mismos miedos,
que la tuya inocente.

quiero negar ese pasado
que no fue mejor

no le temo al tiempo ni nada
es extraño

tu boca y la mía perdiéndose
precipitadas
arrebatadas
apuradas
húmedas


por las lágrimas que dejamos correr


keep it simple

me apropio de tu lema
y no quiero olvidar
-jamás-
que eso quería para mí

domingo, agosto 27, 2006

Te la debía

A Oliverio, con total amistad

Me bajé del auto y pensé que por nada en particular –te lo juro, aunque a ésta altura ya sé con cierto escalofrío que me conocés casi como un gajo de mandarina a su cáscara, a su hollejo…, hacés unas asociaciones libres tan acertadas, que a esta altura de la madrugada me molestan por lo certeras, por lo atinadas, justas…–, pero con entusiasmo y ganas quería decirte esto.
Y me cansa mucho justificar cada gesto, vocablo, y que me mandes a que analice lo que apenas conocés con una agudeza que me espanta, me molesta porque si bien es sano, es complejo, hay una conexión que nos lleva a recordar que “me” debías una canción (y yo que pensaba que no te acordabas de nada…, bueno, está bien, lo reconozco: mis inseguridades de bolsillo, de papel metalizado, del berreta), o a olvidar preguntarte por un cantante que nombraste hace poco, o a que el reloj se coma las horas de manera inverosímil, y las preguntas queden en el cajón del tal vez o el nunca… Me encantó reconocerme en un nosotros espiritual. Sin embargo, a pesar del once de marzo, me tranquilizó tu elección en pos de escorpio, ojos de hombre cansado y feliz.
A veces hay almas que son mariposas de un día: rozan apenas la vida, pero la embellecen. Y en eso estoy, tratando de descubrirlo, yo el icono de la muñeca americana por excelencia, y aquí me hallo, contándote que espero un búfalo –o un ternero sin destetar (risas y aplausos de tu parte) – y un trabajo que me aproxime a una pseudo felicidad, y mientras tanto te dejo en tu ensayo de mañanas tempranas…


No existe el caracol, sólo que ni Ana ni yo dormimos en este instante…

martes, agosto 22, 2006

En qué ando

La semana pasada intenté postear algo, un poco para dar señales de vida, otro poco para no dejar al libre alberdrío de las malezas tecnológicas mi adorado jardín.

Hace días que quiero escrbir sobre Viamonte -mi casa anterior-, o sobre el príncipe de mi alma -que lo tuve muy cerquita la semana pasada-, o unas lineas en honor a mi familia, que tuve la dicha de tener muy cerca durante el transcurso de esta semana, de una manera u otra... Pero el vertiginoso tiempo y mi mala organización temporal hacen que esto se haya complicado...

Empecé taller literario -intentaré ir colgando lo que sea digno de colgar, a medida de que pueda ser colgado-; el viernes pasado me hicieron un estudio en los ojos, y pretendo ordenarme un poco, lo que implicaría menos tiempo frente a la pc, etc., así que esta es parte de la excusa-justificación de mi larga ausencia...

Prometo volver pronto, y deleitarlos con algo, o por lo menos estar más...

Recién me crucé con mi vieja en la calle..., los padres son lo más...

miércoles, agosto 09, 2006

Conexiones inalámbricas

Me sentía un poco en deuda al estar escribiendo un diario íntimo, en donde no mencionara a la gente real, la que como dijera Mou, es la que palpita, la que pone el lomo cuando te estás mudando, y el hombro cuando estás llorando, la que te caga a pedos –aunque sea nuevo/a en tu vida– porque te quedás regodeada en tu miseria estupida, la que se acuerda de llamarte por teléfono por cualquier acontecer –por nimio que sea– de tu vida, por anotarte en todas las inscripciones de la facu, en los últimos tres años… Hoy quería hablar de ellos…: mis amigos…
Mientras estoy frente al monitor, pienso si debo nombrarlos, o al leerme sabrán encontrase entre líneas…, no lo sé, y me dejo fluir como estoy intentando hacer en este último tiempo. Ser auténtica.
Ayer le escribía en un email, a una amiga reencontrada, que con el paso del tiempo –y aún siendo muy joven todavía–, descubro, enhorabuena, que me estoy transformando en una persona selectiva… Amigos, de verdad, son ellos…: los que hace un tiempo que no veo (desde el casamiento de Eleo), que me gustaría saber de sus hijos; o mi adorada hermana del alma, que a pesar de la locura de la muda, me regala una de las cosas que más me deleita: “la capacidad de ser celestina” –y mucho más, lo sabés…–; la que es constante y fiel colorada hermana, también, cuya hija de dos años, me permite lavarle los dientes y sostenerle la mano en la cuna antes de dormir; la que me tiene en sus “favoritos”, me visita a diario, y me recomendaría ante su “pelado”, en caso de dejar el trabajo, por considerarme responsable; es aquél que cena un viernes con mi familia y su mujer…, felicitándome por mi sobrino, y bancándome al teléfono, día por medio –al menos, jajajja–; es la que me abraza, prepara una merienda de cuento, y abre su casa, seis años después, para presentarme a su retoño, como si el tiempo no hubiera dejado huellas en nuestra femineidad; es aquella complice encontrada, por casualidad, en el ámbito que más detesto, pero que nos une una vocación, y el llamado diario de cada día….
Ellos, seres reales, entre algunos otros más, son los que compensan las malas jornadas, los tragos amargos, los aburrimientos, el tiempo que pasa sin vernos, siquiera una vez al año –a veces–; con ellos puede haber minutos largos de silencio –sí, para mí también existe la importancia del silencio y las miradas–, mates amargos, lavados, con chucker –a ellos sí, puedo tolerárselos–; puede haber estupideces, llantos, malas películas, caídas al piso, medias y rimmel corridos, jogging en domingo, los culos de botella –sin vergüenza, aunque hoy sean un hábito– (e incluso afirman que no te quedan mal), cena de viernes a último momento, lectura de tus escritos –en papel u obligados insistentemente (ja) en tu blog–. Todo está permitido.
Y eso pasa cuando hay conexión, cuando se tatuó en vos la mirada del otro, su sonrisa, esa idea loca en torno a la vida, o la comida, o la política, o los libros, o los hombres, o las mujeres, o las palabras, o, o, o…, o una charla en un cumple, o un email en una revista, o, o, o… Y sí, tengo la plena certeza de que me perciben, y que no hay casualidades en mi existencia.



Y me alegra.