jueves, febrero 15, 2007

El 10

Consigna 10 del taller: fluir hacia lo impredecible, sin llegar a lo inverosímil.




Es una sala de espera. Como muchas salas. Y de espera. Alguien está sentado allí, (obviamente esperando).
Ya hace un rato que espera, y la intranquilidad empieza a ganarle la partida a la quietud. Levanta la vista y comienza a mirar con cierta ausencia de realidad a su alrededor. Un cuadro viejo –y de baja calidad– con un marco que otrora fuera dorado (o un ocre amostazado) que reproduce caballos. Una planta que semeja artificialidad, pero es curiosamente real. Y la típica mesita de formica gris, ratona, pero no por la altura, sino por su condición…
El esperante se desespera. Busca en los bolsillos. Y encuentra. Un chicle pegoteado y envuelto en su papel original (¿se habrá olvidado de tirarlo a la basura?), que deja como souvenir en la mesita gris; un par de migas, un celofán de garrapiñadas (suspira y se relame la lengua) y una birome. Bic. Azul y sin tapa. Pero no hay papel alguno. Vuelve a mirar a su alrededor. Extrañamente no hay revistero. Se pone de pie de golpe porque le asaltó una duda (¿te pone un revolver en la cabeza?). Y de pronto la ve. Brillante, irradiando una luz que lo encandila y le saca una sonrisa. Vuelve a ensayar la búsqueda en el bolsillo de su raído saco gris amarronado. Le guiña un ojo. Silba un “fiu fiu”. Se hace el que no la ve y comienza a escurrirse por el pasillo que sale al encuentro y lo acerca a ella. Y es ahí cuando se da cuenta de que hace calor. Más le seduce su presencia. Pero cuando está a punto de rozar con total impunidad ese cuerpo turgente, brillante, metalizadamente vibrante, un golpe seco mental lo detiene: no tiene ni una moneda para una bebida fría.
Se siente decepcionado y vuelve pasillos atrás (como en el rewind de las películas) y vuelve a sentarse en el mismo asiento donde estaba, pero algo se lo dificulta: hay una señora gorda, y de edad, que ocupa su lugar (bah, dos lugares), y se le descompone la cara: ¿y si es verdad que está adentro de una película?
La gorda de pronto está besándolo. ¡Horror! ¡Eso no puede estar pasándole…! Pero sí. Pero, pero… ¿qué hace tirado en la alfombra y la gorda acercando sus labios de rouge indeleble, y sus ojos de hipertiroidea? Y ahí nomás se da cuenta. Sufrió un sopor. Bueno, en realidad se desmayó, y la gorda presta, solidaria y desesperada, se ofreció a hacerle una “respiración boca a boca”. Y eso vuelve a hacerlo caer. ¿Cómo puede ser que en ese lugar, justo en ese lugar, nadie más pueda prestarle una ayuda? (que al menos la devuelvan luego, che…).
Intenta reincorporarse. Sí, a la vida normal (o a lo que quede de ella). Y de pronto se da cuenta de que la gorda ya no está. Pero…, ¿cuánto tiempo pasó entre que se desmayó, la gorda se le echó encima a los chapos limpios, y volvió en sí? Mira su reloj pulsera, y sólo encuentra tres pelos ralos, y ninguna aguja, pero el ventanuco que está arriba del machimbre de revestimiento está en completa oscuridad. Y tiembla. Eran las dos de la tarde cuando entró allí, y ahora, lanza la sensación de ser cerca de las ocho. Descubre que sigue temblequeante y tirado en el piso. Se agarra de una de las sillas de moquette azul eléctrico, esperando una descarga de energía que lo ayude a incorporarse y hacer algo, pero algo lo detiene. Es el chicle, que seguramente se cayó de la mesita, cuando él se desmayó y que por el calor de su cuerpo se ablandó y ahora lo pegotea a la alfombra y a su cola chata. Gruñe, y luego de tironear, de enredarse en una maraña de chicle gris oscuro inmunda, logra levantarse a los tumbos para ir a buscar a alguien que le dé una explicación, o que al menos intente devolverle su calurosa tarde, su tiempo, que no será mucho más que esa salita machimbrada, pero es suyo. Busca el pasillo que antes había visto, pero ahora gira la cabeza para el otro lado (se pregunta para qué lado cayó al desmayarse), y empieza a caminar hacia alguna puerta, o ventana, o sonido que le diga algo…
Siente un chirrido, y un olor a acetona que casi lo hacen recular, pero piensa que ese puede ser su pasaje a la recuperación del tiempo. Avanza agitado hacia una luz que se abre en el pasillo.
– Gómez.– grita una voz chillona, atrás suyo.
Sigue caminando hacia el Cutex hipnotizador.
– Gómez. – vuelven a repetir con cierto nerviosismo.
Es su turno, pero él sigue por el pasillo…





Pequeña historia de una función. Coti Sorokin.



La secuela

4 comentarios:

  1. ahh buenooo volvimos a puro rock baby!!!!!!!
    jaja

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  2. Querida "Jú":

    A pasado algún tiempo, espero que te encuentres bien en tu playa centroamericana, junto a tu hermana que vende artesanías, debe de ser de caractér "conquistador", porque dicha actidud es propia de los mismos.

    Aqui en el sur del mundo, las cosas mucho no han cambiado, excepto... mi "panza"... la de ella... la nuestra en realidad!!.

    Cómico y a su vez, como lo digo... desesperante, el tipo que espera y que luego se desespera. Brillante, calido para la lectura.

    He escrito una cronica paralela, que pretende ser, humildemente, una "Biografia de Tadeo" de tu "Martin Fierro".

    En comienzo, lo iba a escribir aqui, pero por su extensión paso a mi blog, espero que te guste.

    Sin mas, un abrazo para ti.

    Saludo Atte, "Bolivar no es San Martin".

    Mario.

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  3. ChispAnita:
    volví para renovarme, y tratar de vivir de otra manera...
    Con respecto al tema del rock..., creo que hay que hacer esfuerzos, porque como vemos, ha habido problemillas, jajaja
    besos new friend, jajja



    Marito:
    Antes que nada, te cuento que leí todo lo lindo que escribiste sobre panza, y todo el entusiasmo para lo que estás viviendo externa e internamente, y luego te aclaro que no sé con quién te habrás confundido, pero bastante lejos de centroámerica he ido, y más cerca de los Andes de tu adorado san Martín. Estuve en Bariloche, en lo de mi hermana, y ella vendía artesanías nuestras...
    Me alegra tu alegría, y espero que sigas visitándome
    pd: lo de Martín Fierro, no lo entendí....

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  4. Marito:
    lo acabo de leer, me encantó, y por eso, voy a hacer, algo que nunca hago...

    besos

    Ju

    pd: gracias otra vez....


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Sin caer en la tentación de ser pedante, descubro que la polifonía y la hipertextualidad me han hecho más rica.
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