viernes, septiembre 28, 2007

Deíxis

Tengo miedo de que la imaginación usurpe mi persona, quitándome el aliento...
... pero tengo miedo de que lo que ella diga sea verdad...



Miedo. Pedro Guerra

lunes, septiembre 24, 2007

Preparada, lista, ¡ya!

Ayer fue un día de estrellas (nada estrellada), a pesar de ciertas preocupaciones que rondan, y aun sabiendo que hay cositas por ordenar, de meter en cajitas, y archivar (¿incluso tirar?). Mimos de insospechados personajes, guiños, empujones a mi confianza, secretos confiados por amigos, sonrisas a través del monitor, recuerdos de adolescencia, y muchos regalos que me saborizaron dulcemente el día. Por eso, me resta sacudir los vestigios de parsimonia, y llegar a la meta...

(Estoy estudiando..., no me pidan más musas..., se hace lo que se puede...)

Creciendo. Sandra Mihanovich

martes, septiembre 18, 2007

Cosecha tardía*


No tenés veinte años, sin embargo te sentís vital, y los ojos siguen brillándote. No sos un tempranillo que abre una cena…, sin embargo, eso te sienta bien…
Te preguntás, al borde de la noche, camino a lavarte los dientes, dónde podrás encontrar una receta de torta de nuez, y te parece recordar que, alguna vez, tu mamá hizo una, con cobertura de chocolate, y todo. Y pensás en el desafío que eso implica para vos, que de repostería nada –pero lo que se dice nada, nada…–; y volvés a recordar, con otra sonrisa tímida, que tenés que aprender a hacer flan casero, también…
E indefectiblemente, todo te lleva a pensar en besos, en mimos, y en las palabras que pueden enhebrarse, y esconderse, en un ‘te quiero’, en una cabeza apoyada en tu hombro pecoso; y en un arroz con manteca y queso, y una pastilla, porque amaneciste con dolor de panza. Y decidís que no querés dormir más, ni soñar despierta, ni dormida, sino vivir, a como dé lugar.
Mirás tus manos, y sonreís frente al monitor que te devuelve estas palabras escritas… Volvés a mirar tus manos, y rememorás el reclamo dulce de que nunca le hiciste una obra de títeres.
Sabés que estás aprendiendo, que necesariamente esto iba a pasarte, de a poco, y no tenés apuro: es todo como un batido suave en el fuego, que debe ser revuelto despacito y con cuidado para que no se arrebate, ni se corte… Pensás en los consuelos-buñuelos que querés regalarle para que su vida sea más dulce…
Y terminás descubriendo que sos un vino dulce, una cosecha tardía, pero plena, para degustar el postre; y tal vez, cuando caiga la última gota, llegar hasta el final...


(*singularia tantum: cenit, fe, esperanza, caridad, Norte, Sur, Este, Oeste...)





Quiere. Pedro Guerra

jueves, septiembre 13, 2007

Disléxica contrariada…

(o el porqué de las fe de lauchas)


Mi tía Blanca nació zurda, pero por la época en la que ella hizo la escuela primaria parece que eso no era muy bien visto… Y empezó a hacer todo con la derecha. De adulta, sus genes se le rebelaron, y empezó a turnarse a la hora de manejarse en su cotidianeidad, por ello se autodenominó ‘zurda contrariada’…
* * *

Yo siempre fui desordenada para algunas cosas, y ultraobsesiva para otras. Y este oxímoron en el que me convertí, con el tiempo me llevó a que hoy sea editora (de hecho, aunque me falte algún que otro final…) [por la fórmula= libertad para laburar (hija ilegítima del desorden justamente) + meticulosidad (medio hermana de la obsesión)].
Sin embargo, a pesar de que lo haga tan simple (y elida el hecho de que empecé otras carreras, y solo terminé la de actriz titiritera, cuyo certificado nunca busqué…, pero esa es otra historia, bien sabida por más de uno) y me escude en una capacidad de síntesis bastante ajena a mí, todo esto me llevó su tiempo, así cómo varios dolores de cabeza. Siempre amé los libros (una Navidad pedí que me regalaran siete libros, de los cuales alguno conservo en mi biblioteca –y digo alguno porque, no por opción personal, algunos desaparecieron…–) desde que tengo uso de razón, y antes también –de hecho descubrieron mi precoz miopía porque acercaba los libros y revistas a una distancia imposible–, pero mi imaginación excesiva soñaba con ser escritora, y no editora…, pero eso fue destinado a otras personas de mi linaje...
Comencé estudiando Ciencias de la Comunicación porque quería ser periodista, para, desde allí, saltar al status de escritora en un paso, lo que dejaba de lado, era que mi fantasía estaba obviando a la realidad. Pero nunca dejé de ser ingenua… Y la vida, que es la que sutilmente te va llevando y sorprendiendo a cada instante, hizo que las casualidades derivaran en una historia que fue escrita para mí…, y que me dejo diametralmente ubicada del otro lado del escritorio… Pero siempre cerca de los libros.
Y ese caos, interno y manifiesto, es sublimado hoy, allí, en los textos ajenos, llevandome a corregirlos con lápiz negro (consecuencia de mi inseguridad), y a estar varios minutos rumiando las palabras, los renglones, las interlineas, para resolver puntos y comas, ces y eses, bastardillas y redondas…
Todo eso dejó en evidencia varias cosas: no poder disfrutar de los textos como antes –o a soportar cualquier edición–; descubrir que me malhumora que la gente no sea «muy» correcta al escribir y al hablar; que me gustan mucho, pero mucho más, las comillas españolas («») que las inglesas (“”); que soy disléxica contrariada cuando chateo (porque el escribir rápido deja de lado mi costado disléxico, lo que, si no tengo opción de corregir puede traerme conflictos a posteriori) y que volví a comerme las uñas…
A esto se debe, también, que deje comments que parecen tesinas, en algunos blogs; o me autocorrijo y corrijo a los demás, hecho que la querida Silvia (profesora mía de Corrección de estilo) objetaría, aduciendo que no me adecuo al ámbito ni al registro que corresponde. Pero bueno, soy así, y ya sabemos que, a pesar de ser virgo, «El pez por la boca muere»… (… es que necesitaba desmitificar mi comportamiento neurótico obsesivo dentro del mundo blogbalizado de la net….)




Babel. Pedro Guerra

jueves, septiembre 06, 2007

Todo para ser feliz:[34=7 (3+4=7)]

El martes llegué a la clase de Corrección con algo de bronca, transpirada, corriendo y, por supuesto, tarde. Sin embargo, como en todas las clases, Fernando me arranco una risa cuando me preguntó si no tenía problema en sentarme en «un palco» (entiéndase por ‘palco’, a dos sillas ubicadas de manera perpendicular al escritorio de la profesora, con una distancia menor al metro…).
La clase se desenvolvió como de costumbre, y de a poco se me disipó algo del mal humor con el que había llegado, hecho que terminó de sucumbir a mi sonrisa cuando Fer me invitó a cenar a su casa.
Caminamos por unas calles preciosas de Caballito (alrededor de quince, creo yo) hasta llegar al subte. Esta vez decidimos portarnos políticamente correctos y pasamos por los molinetes. Y cuando estábamos llegando a su casa, me dijo que me había grabado un disco por mi cumple, porque el 34 en la numerología no era un número menor… Es la conjunción del Cielo y de la Tierra (lo espiritual y lo material). Y vino y polenta de por medio, y musiquita preciosa, y charlas amigables, me fui dando cuenta de que soy una afortunada.
Nada de lo que me falta puede darme mayor felicidad de la que tengo o sí –tampoco tengo que ser poco ambiciosa–, pero nada hay que me empañe la mirada realmente. Al contrario, estoy descubriendo la esperanza, que es algo a lo que nunca le di demasiada bolilla.
Pero además estoy contenta por la vida, por los ínfimos detalles a los que no puedo huirle, sino más que ponerle la otra mejilla. Y ahí quiero gritar de alegría.
Y me veo hoy almorzando con mamá y Agustín, a los que miro emocionada porque mamá le preparó «milanesa con papitas», y él se desafora, y mamá se babea por el nieto. O más tarde, Agus viene y me dice que apague la compu para ir a bailar al living. Y nos reímos, y reímos, los tres. O más tarde que me lo llevo a la farmacia y le pongo perfume, y me pide golosinas, y vuelve contento, saltando por la calle de la mano de su tía que no puede más del orgullo por semejante belleza… Y me agradece, y me hago pis encima… Entonces, las cosas que el domingo me entristecían o malhumoraban son papel mojado, son nada. Porque nada me falta, y si algo es así, solo está en mí, cambiarlo.
Además, como me dijo Fer, el 34 que es igual a 7, es el número de la concreción de los proyectos, de los fines de ciclos, de la felicidad…, entonces, ¿quién me para…?


Happy together. Leningrad Cowboys

lunes, septiembre 03, 2007

Travel

Tengo un viaje atragantado en la garganta
que me grita: «Julieta, vení...»


Heaven. Brian Adams