martes, octubre 31, 2006

Periplo de una noche bizarra con patas largas… (Re-cargado) * Texto reescrito en colaboración con Gastón Gayoso Cuesta

Te tomás el tren –una vez más– una tarde calurosa, y te arrepentís del saquito que llevás puesto (¡y ni hablar de la campera de jean que te hace demasiado pesada la mochila!). Llegás a destino, y no te espera nadie (volvés a putear). Al fin llegan a buscarte y empieza una larga caminata de quince cuadras transformadas en dos horas y media (¡una locura como todo los aconteceres de nuestra vida!) que se fue mechando con abrazos, zamarreos y algún beso políticamente incorrecto.
Tu misión en ese lugar era ir a un recital…
Pasas a acicalarte en un baño público, mientras tu complice prueba teléfonos de igual calidad (por si alguien no entiende, públicos), y retoman el viaje de vuelta al punto de partida para tomar otro tren hacia el lugar de destino.
Caminan tres cuadras siguiendo a tres adolescentes con igual corte de pelo (la chica incluida), y llegan a una casa –aparentemente familiar–, pero al entrar, se encuentran con habitaciones vacías, pobladas de cuadros, almohadones y biombos y luz de tubo y una infaltable araña pollito, empapeladas con páginas de libros viejos, mesas ratonas con manteles contrastantes, luz baja, marionetas y cortinas de bolas de cristal de colores, megacolchones verdes, con almohadones, una cocina devenida en bar (al que por alguna cuestión metafísica o utilitaria decidieron no entrar), y al final del pasillo un patio-jardín, con hamaca paraguaya, una sábana a modo de pantalla proyector de diapositivas (y aquí me corrigen diciendo que era un lienzo para pintar), y un vasto jardín, donde no se terminaba de divisar sus límites y el de las sombras que bailaban por allí. La luz del baño permaneció encendida durante toda su estadía. El perfume era a cannabis y fuerte patchouli. La gata era Matilde. Y había un personaje que probó la hamaca y jugó a ser viento, oliendo las flores y haciendo sonar los llamadores de ángeles. Eso colmó sus paciencias, y decidieron huir raudos, de la mano, hacia otro lugar, sin que tu compañero quisiera fotografiar siquiera, el origami de la puerta de entrada.
Otra vez las tres cuadras, el tren y la incertidumbre, los besos clandestinos y a la incertidumbre.

(Exclusivamente para este boletín, declaraciones de uno de los protagonistas)
(...)
"Y llegas despues de transitar unas cuadras oscuras al supuesto lugar del recital.Es una casa, de quien nadie lo sabe, revisas la direccion para estar seguro y confirmas que ese es el lugar. Un instinto de conservacion te provoca un pequeño escalofrio, pero aun asi entras.
Dentro encontras una sala principal, que da a las distintas habitaciones, cuatro para ser precisos. Entras despacio en la mas cercana, un par de almohadones en el piso dispuestos de tal forma que uno pueda sentarse a admirar un cuadro colgado en la pared. El contenido del cuadro: trazos aleatorios de colores aleatorios. Algo huele mal, tal vez sea el intento de ser artistico, el aparente hippismo o algun sahumerio con olor a ningun perfume.
Revisas las otras 3 habitaciones, luces tenues, colchones en el piso,cosas colgadas, todo parece una especie de harem hindu para drogarse y acostarse. Definitivamente alguien aqui pretende ser un Beatle en etapa de conversion al hinduismo, mmm, o algo asi.
Salis al patio en busca de aire libre de sahumerio, en tu camino encontras un baño y una cocina dentro de la cual la gente parece estar tomando algo, pero pasas rapido y no miras en detalle.
En el patio estas en una pequeña galeria, mas al fondo un jardin de plantas, algun que otro arbol y gente oculta entre arbustos.En un rincon una especie de alterno saca de su mochila un cuadernito y se pone a dibujar algo. Otras cuatro personas con un estilo mezcla rolinga y brit pop se dirigen a un costado de la casa donde hay una tarima,tres de ellos admiran al cuarto que pretende ser algo asi como un fotografo.En el otro extremo de la galeria cuelga un lienzo bastante grande que sera victima en algun momento de la noche de chorros de pintura al azar.Un gato gordo se pasea como puede por el lugar. De pronto aparece, es unfreak!, y camina de un lado a otro oliendo cada planta que encuentra (la mayoria sin olor, sin perfume) y soplando los llamadores de angeles (algunos de caracoles,otros de maderitas).
Tu instinto de conservacion ataca de nuevo, te das cuenta que el recital va aempezar muy tarde o tal vez no empiece nunca y termines tirado en un colchon fumando arco iris de colores y hablando de como encontrar el nirvana pintando manchitas al azar en un lienzo y antes de que te des cuenta probablemente todos a tu alrededor esten desnudos haciendo el amor.No!, debes escapar, te espera una pizza con cerveza."
(...)


Cena con amigable pizza de verdeo, y cerveza helada. Charla amena. Y el azar diciendo que la noche sigue en otro lado. Pero al llegar nuevamente a la estación, un gendarme, se les acerca y les dice que el último tren ya partió (¿será alguna señal…?). La moneda mintió (y eso sería confirmado al día siguiente).
Otra eterna caminata –como buscando un oasis donde hacer parada– y cafés con leches reparadores, no así la música que reinaba en el ambiente. Y ahí estalló el fastidio, la búsqueda de otro azar-oráculo que diera una respuesta a la búsqueda de paz, y tampoco fue así.
Otra vez el tren (ya con la carga suficiente de sueño, fastidio y tedio), su espera y en ella una rata pasajera, que termina de erizarte los nervios. El tren, lleno; el colectivo, también lleno. ¿Qué más podía pasar? ¿Quedarse dormidos dos horas?

lunes, octubre 30, 2006

jueves, octubre 26, 2006

De cuarta

Cuarta consigna: Respetando los núcleos narrativos de este cuento clásico, reescribr la propia versión.


Lugares comunes
[Historia – Relato en estaciones]

[Gesell]


Revoleó la zapatilla, con fuerza, contra la arena. Amanecía, y prácticamente no había nadie en la playa, salvo una parejita en estado de arrumaco, risas y pedo… (“… alucinando a un gordito de gafas que fue corriendo a cambiarse los lentes…”) Reprimió las lágrimas. No tenía sentido llorar. Volvió a agarrar la zapatilla y la midió con la suya. La sacudió, la olió, la abrazó, y la volvió a medir. “Un 35. No más”, pensó.
Se levantó con algo de esfuerzo (la noche anterior comenzaba a cobrar sus efectos), y tras girar la cabeza hacia uno y otro lado para ver hacia adonde se dirigía, empezó a caminar hacia algún lugar no muy definido: eso no le importaba, pero con la zapatilla abrazada fuertemente a su mano, y la convicción firme de encontrarla…

[La Plata]
Ella era la hija de una desaparecida y de un cagón. Eso la convertía en una cuasi bastarda, en una persona con una identidad difusa: una mancha tras un vidrio esmerilado, una paria. Así la hacían sentir, la persona que la había criado (bajo ningún punto de vista, racional o no, le daría el nombre de mamá) y sus dos hijas (que también eran bastardas, pero de otra categoría….). Su lugar en esa casa era el del infierno mismo, y sus únicos momentos de paz los encontraba a la noche, cuando se encontraba sola en la cocina, tomando mate e inventando historias. La casa la tenía impecable (claramente eso vendría incorporado a los genes, porque las tres cucarachas ignoraban el significado de la palabra pulcritud…, y luego hablaban de una, no tan lejana, Guerra sucia…), y esa era parte de la deuda que tenían con ella, aunque ellas sólo se empeñaran en marcarle “todo lo que habían hecho por ella…”.
Deuda interna.
En su interior entretejía la mágica sensación de libertad, de irse, de ser ella, Gloria, y no “la chirusita”, “la zurdita”, ser esa princesita de cuento de hadas, por un rato, que desde muy chica le habían arrancado de su historia.
Desde que papá estaba internado por una hemiplejía, consecuencia del dolor, el shock, morderse la lengua, el stress, la culpa y el arrepentimiento, todo había ido peor, sin embargo, ella tenía una firme esperanza que la ayudaba a aguantar (seguramente herencia de mamá), y que no le arrancaba la sonrisa con tanta facilidad.
Su vida pendulaba entre el estado de ensoñación y el de resistencia, para evadirse del dolor, para abstraerse de esa casa y de esa historia, tan ajenas.

[Constitución]

Tren de mierda. Estación de mierda. Vida de mierda.
Encima está este pelotudo con el que me enganché, que ahora tengo que conservar como un vegetal. Como si fuera poco, tengo a la piba. Maldita obediencia de vida. Obediencia de por vida. Y ningún punto final. Ahora la estoy pagando caro, tengo que mantenerlos… Pero bueno, al menos me tiene la casa limpia. Es un poco rebelde (como seguramente fue la guerrillera de la madre…)… En fin.
Lo bueno, al menos en esta vida de mierda, es que con algo de esfuerzo (y unos contactos por allí), este año nos vamos de vacaciones. Y me llevo a la piba, así nosotras tres podemos relajarnos como nos merecemos. No quiero hacer un carajo. Que ella haga todo. Para eso la tengo, y al fin y al cabo, hice tanto por ella. Me la estoy llevando afuera. Qué más puede pedir.
Me enteré por una conocida mía, que va a estar el matrimonio aquel que tiene un hijo bien, como la gente. Gente como una. Y quiero que mis chicas se relacionen con gente de clase, “de la sociedad”. No quiero que se contaminen, al contrario, que se bien relacionen. Me da cierto pudor reconocerlo: pero quiero ubicar a alguna…


[Gesell]

Vamos a hacer un asado en la casa de la playa. Alquilamos una carpa gigante para que Nico haga un recital con sus amigos: se acaba de recibir de médico, y la verdad es que sé que lo suyo es la música (aunque siempre le interesó la medicina) y quiero compensarlo, organizando esto que sé que para él es importante. Invitamos a bastante gente, para ampliar el círculo de Nico, ya que durante la carrera sólo se dedicó al estudio, y de vez en cuando a la música. Ya está en edad de ponerse de novio, de armar una familia. Qué sé yo.

* * *

Está más que claro que la chirusita no va a venir al asado. Acá es la mucama. Me parece que por momentos no le queda muy claro… No está de vacaciones, ni es hija mía. Además, ya pasaron muchos años, y ya me cansé de las viejas consignas de que “hay que convertir a los pibes por lo que fueron sus padres”, eso ya fue, sólo quiero que me sirva, y con eso ya reivindicará mi propia historia, todo mi esfuerzo…Con eso ya va a pagar, lo mismo que mantenerla luego de la enfermedad de su padre. En fin.
Los Zaldivar son una buena familia, y gracias a Beatriz nos invitaron al asado. Estoy chocha: mis chicas se van a mover entre la gente ideal. Sé que los Zaldivar tienen un chico regio, y eso es lo que más me emociona.

* * *

Ella va caminando por entre las góndolas. Tiene lágrimas secas pegadas a las mejillas, y los ojos lluviosos, empañados. Sigue caminando, mirando sin ver, hasta que su changuito choca contra otro. El chico se da vuelta, y la reconoce: es Roque, un compañero de Nadia (su hermanastra mayor) de la facultad. Es un chico muy simpático, muy agradable, muy gay, con el que ha cruzado alguna vez una palabra cuando entró a su cocina, para calentar agua para el mate. Le pregunta qué le pasa (después de pasar de la sorpresa a la vergüenza, y de la vergüenza a la a alegría de encontrarlo allí), porque nota claramente su llanto silencioso. Ella no quiere (o no puede) hablar, y luego de una suave insistencia de él, ella descarga su bronca, su angustia, su impotencia de tantos años. Primero él se sorprende, porque le reconoce que creía que era la mucama, y acto seguido, la consuela, y le cuenta que esa noche hay un recital al que podría acompañarla, a lo que ella responde que no, que no podría dejar la casa sola, que si se enteran que salió, la matan, y que además no tiene ropa. Él ignora esto último y le dice que va a estar dando vueltas en bici por la casa donde ellas paran, y ni bien vea que las tres se van, la pasa a buscar con tranquilidad. Eso sí, como ella le advierte que las tres brujas al día siguiente tienen que madrugar para visitar a la hermana de la madre, en Necochea, y van a volver temprano, él le recomienda estar volviendo a eso de las doce de la noche…

* * *
La carpa está súper iluminada. La música, estridente. Apreta el morral contra sí, y empieza a caminar. A Roque lo perdió ni bien llegaron a la playa. Empieza a caminar, y de repente un escalofrío recorre su espalda: a lo lejos distingue a sus hermanastras. Decide salir corriendo, cuando en su huida se choca con un chico hermoso.
– ¿Qué te pasa? – le pregunta con una sonrisa que derrite cualquier miedo.
– Na, na, na, nada– tartamudea estúpidamente ella.
Y de pronto, se encontró tomada de su mano corriendo hacia fuera de la carpa. Había luna llena. Se sacaron las zapatillas y metieron los pies en la agüita de la orilla. Se quedaron hablando como si se conocieran de toda la vida, y como pasa siempre, la emoción hizo que olvidaran lo prescindible: el tiempo. Cuando él mencionó excitado que dentro de cinco minutos, a las doce, iba a empezar el recital donde tocaría con su banda, a ella se le congeló el corazón, le dijo que la perdonara, que se tenía que ir, agarró su morral, sus zapatillas, y huyó corriendo….
El quedó atónito. Al rato, cuando reaccionó, descubrió que ella, al salir corriendo apurada, perdió una zapatilla.
No dijo nada, pero el corazón sí: no sabía cómo describirlo, pero supo que la había encontrado.

* * *

[Castelar] (*)
(final 1)

Acaba de llegar de lo de las Abuelas. La zapatilla fue el puntapié inicial para el análisis genético. Está exhausto, pero feliz. Después de meses de búsqueda, la encontró. Ya sabe que se llama Gloria. Recuperó las piezas del rompecabezas, y ya ve con claridad su propia identidad, tiene su propia historia. Y de una manera u otra, él fue el artífice de eso, de ayudarla, de rescatarla como un príncipe de cuentos de hadas. Y ella ahora puede ser esa princesa que siempre soñó en su infancia. Y no comerán perdices, pero serán felices, y no será un cuento de hadas, pero ésta vez, la historia tiene un final feliz…

(final 2)

Acaba de llegar de lo de las Abuelas. La zapatilla fue el puntapié inicial para el análisis genético. Está exhausto, pero feliz. Después de años de búsqueda, la encontró. Ya sabe que se llama Gloria y que es su hermana, y ella sabe que su padre no es un cagón, sino que es un buen tipo que pudo huyó. Y que ese despojo hemipléjico fue sólo un compañero coyuntural de su madre, hecho que complicó un poco su historia. Ahora eso ya no importa.
Y ella ahora puede ser esa princesa de cuentos que siempre soñó en su infancia. (Y fue rescatada por un príncipe).




(*) El final nació así, y así lo presenté al taller. Aún no ha sido retocado (y por eso es un borrador...)

viernes, octubre 20, 2006

Tres por tres

La consigna tres era el primer ejercicio de memoria emotiva (no vamos a explicar esto, porque sino es un embole..., se pincha el globo y bastante largo es en sí mismo...). Con ustedes, los actores.



[Mundo de sensaciones]
(Memoria emotiva)

- la voz acariciante de Gastón, hace un ratito, por teléfono;
- Agustín corriendo y abrazando mis rodillas, el viernes que vinieron Lu y Cami;
- Sandro sonando en el living de Vicky en las noches de Año Nuevo;
- el sol radiante, a la piel y los ojos, el día del casamiento de Eleo y Mat;
- la impotencia y el desconcierto, y la bronca, mías, y el llanto angustioso de Regi, el día que me dijo que el
evatest le dio positivo;
- Agustín bailando en mi cuarto, mientras yo me preparo para salir, y sonríe, y yo también (y quiero
abrazarlo y estrecharlo). La ternura que me da, y cuanto lo extraño cuando no está.
- el ahogo y el miedo ante las convulsiones de Regi;
- cosquillas en la panza cuando leo una poesía erótica escrita para mí;
- llanto ante el monitor, ante (frente) la impotencia, la alegría y el dolor:
- el compact negro que sacó Gastón de su mochila el sábado con el compilado para mí;
- el sabor de la salsa de las pastas de Mami Toy;
- los revueltos chocolatosos que Mily prepara de postre;
- el living blanco, soleado y florido de Luli y Fran;
- una canción que escuchás en el momento que la estás pensando sin querer;
- tararear “Ya lo sabemos” mientras imaginás el compact para Gas;
- la cercanía con y de Gastón;
- sonreír por la calle por algo que te acordaste;
- el olor de las fresias y de los jazmines, en cualquier lado;
- el pan casero de Eleo, en su vieja casa;
- el olor a coco (en todas sus formas y espacios...);
- los besos y abrazos recorriéndome;
- el gusto invasivo a cilantro en la comida de Cancún;
- el miedo a jugar en (durante) el recreo de inglés cuando estaba en mis primeros grados;
- el ahogo real en el cumpleaños número setenta de Mami Toy;
- el agobio durante el tiempo previo a la muerte de Nono;
- la sensación plena al terminar una obra de títeres;
- la conmoción al aprobar un examen con un 10;
- el azafrán y los perfumes (aromas) de Sevilla;
- el perfume a camisa recién lavada (y planchada) de mis ex;
- el perfume a polvo para lavar la ropa que nos dieron de muestra en una CASA FOA, a Francisco y a mí;
- los regalos de la abuela de Lore;
- el libro farolito lila que me regalo Mily;
- la tarjeta de Frutillitas para un cumple, también de Mily;
- la lunchera verde agua y el desodorante de frutillas, a bolilla, para un cumple (creo que los 12), que me dio
mamá un cumple que falté al colegio;
- la pirita –que ahora no encuentro y me desespera– que me regaló Germán cuando era chico;
- el vivero, en días nublados, de Miramar;
- las vacaciones, todas, creo, en Miramar;
- Asís, y las ganas de llorar;
- la lapicera con la que escribo, sin lugar a dudas, el mejor regalo que me hizo Julián;
- el día de mi confirmación, saltando en la cama elástica, donde siento que se terminó la infancia para
siempre (al menos, de edad);
- el cumpleaños aquel en que casi me atropella una combi;
- el día de sol, del bautismo de Agustín (y eso que hacía frío);
- la alegría-emoción-placer de ser reconocida por alguien que te vio una vez y te recuerda;
- que se acuerden de lo que decís;
- libros y música, sin ellos no puedo;
- la almohada finita, que ya es más un símbolo;
- el libro de arena y el libro de los abrazos: manuales de cabecera;
- leer a Galeano;
- leer a Benedetti;
- escuchar a Silvio (y no cansarte); escuchar al Nano (y no cansarte);
- despertarte un sábado con un hit de los ’80;
- los primeros bailes, con los lentos a distancia prudencial;
- mi cumple 18 preparado por mis compañeras,
- cantando bajo la lluvia en el acto de los veinticinco años del Golpe;
- el día que corrimos con Mabel, por Irala, creyendo que no contábamos el cuento.

(Si llegaste hasta acá, porfi, dejá una monedita..., o al menos un comentario...)

miércoles, octubre 18, 2006

Tristeza 1

Un nudo de miércoles agitándose en la garganta,
y la constante de siempre: la imposibilidad de decir no

Una pureza de corazón y mente que nunca van a ser mías
y la sacudida amistosa para que deje de llorar

Una ajenidad propensa para rozar bordes que me causan bronca
y a vos, tal vez, indiferencia

Quiero acurrucarme en pasillos luminosos
(sólo míos)

Quiero que el río siga su cauce

Quiero cicatrices con formas de corazón
de flores
, pero no más, de cruces


Estoy cansada
no más madrugadas transformadas en noches
no más conformismo

Un nudo que irá desanudándose solitario
y yo miraré boquiabierta el horizonte
que hoy está empañado

lunes, octubre 16, 2006

Noche de sábado celeste y con un poncho

Hay noches que se presentan así, sin importar si hay verbos o no, porque vas a ejecutarla llena de besos de tu sobrino, que se te colgó dos horas del pelo y no tuvo intención de dejar de besarte mientras hablabas una hora y media o dos por teléfono, como si presintiera algo en torno a eso
Y después seguís viaje, luego de infinitos mensajes de textos que fueron y vinieron, se perdieron en el camino y volvieron respuestas horas después, a encontrarte con alguna persona del taller literario, en un encuentro –al que por suerte llegaste tarde– que distaba de ser poético…
Y después vino la parrilla y el mozo baboso, y un par de –¡horror, no debías!– puchos en la esquina, y de ahí a beber y a reírte “por efectos”, y charlar con una ¿futura amiga?, y revalidar un sábado que parecía que iba a ser penoso, o lleno de lágrimas, y volver a casa cansada y con el pecho lleno de risas, alcohol y charla distendida.
(Y esa noche te fuiste a la cama sin llorar)

jueves, octubre 12, 2006

La dos: Manda fruta

Acá va la segunda consigna del Taller, un mismo hecho, relatado por diferentes tipos de narradores. Con ustedes los hechos.




[El tuper]

Cuando uno tiene dos chicos chiquitos –lo cual implica cargar un bolso con media casa y un poco más, cada vez que se sale de casa– y la convicción familiar del vegetarianismo por opción –lo cual implica la preparación de una vianda completa por persona, cada vez que se sale de casa– es lógico que de algo te olvides. Errare humanum est.
Eso pasó hoy.
Cuando llegamos a lo de mis suegros, como todos los domingos, bajamos todos los petates –parecíamos de una mudadora– y al chequear el inventario tildé que la bolsa de pañales la hubiéramos traído (¡por suerte!), chequée que el cambiador estuviera, la cuna de viaje no nos la habíamos olvidado –sino Zoe no duerme la siesta, y eso es así sin exageración alguna–, los juguetes decían presente desde la bolsa de colores, el triciclo de Tim rodaba y las dos docenas de churros con dulce leche para el mate se pegoteaban contra el fondo del baúl del auto. Tim y Zoe fueron sacados de sus respectivas sillitas de viaje, y eso era todo, pero al acomodar todo entre la cocina, el patio y el living, me di cuenta de que el tuper con nuestro almuerzo había quedado en mi mesada. En mi cocina. En San Telmo. Y mis suegros viven en San Martín...
Putee por lo bajo –no soy de insultar ni de ponerme nerviosa abiertamente– y me acerqué a Ricardo:
– Mi amor, nos olvidamos la comida... –susurré a su oído, con una fingida sonrisa.
–¡¡Puta que lo parió, flaca!!– vociferó a los gritos, con auténtica bronca.
Mis suegros, mi cuñado adolescente, y su escuálida y nueva novia (¿se habrá quedado a dormir anoche?) nos miraron con un dejo de compasión y una cara de hayensaladadepapasigual...
* * *
Acá estoy en el supermercado –la flaca se quedó en casa de mis viejos–. Voy caminando por los pasillos entre las góndolas hacia el sector de verdulería y congelados (no sé por qué, peor siempre están cerca).
Llegué. A ver... (¿dónde puse la lista que me anotó la flaca con lo que tengo que llevar?). Acá está (¡qué quilombo tengo en el bolsillo!). Agarro dos bolsitas de nailon y pongo uno, dos, tres pepinos, y en esta otra pongo medio kilo de chauchas (¿habrán puesto la cacerola a hervir?). ¡Uh! Son las dos de la tarde. (¿A qué hora vamos a comer?). ‘Ta que lo tiró, che...

[Ovo lácteo es un sentimiento]

Era un domingo más. El carbón crepitaba en la parrilla y había clima a movimiento y algarabía en la casa, desde temprano.
El parrillero estaba en su puesto sacudiendo el fuego, y las moscas, y el ama de casa iba de acá para allá, acomodando los platos de madera, los cubiertos, la sal, las bebidas frías. Entró a la cocina para preparar la picada e intentar despertar a su hijo adolescente por décima vez. Miró la hora: era la una menos cuarto. Doce cuarenta y cinco.
Sonó la bocina: habían llegado Ricardo, Marcela y los chicos. Lástima que eran vegetarianos. Pobre, con lo que le gustaban los asados al Viejo, el ritual de prepararlos. Y a Ricardo no. Bueno, la esperanza estaba puesta en Damián.
En el preciso instante en que pensaba esto, se produjo una batahola en su cocina: irrumpieron Ricardo y Marcela cargando cada uno a uno de los chicos, y desplegaron entre la cocina, el patio y el living sus pertenencias (esta vez no se olvidaron los churros). Se encontraron en el medio de la cocina con Damián y Flo, su flamante novia, que manifestaban abiertamente una reciente ducha... Decidieron salir al patio porque el Viejo anunció que ya estaba casi listo. En ese momento, Marcela se acercó titubeante a Ricardo y le susurró algo al oído. La alegría dominguera de Ricardo se transformó: se habían olvidado la comida, y ellos eran ovo lácteos. Y en esa casa lo más parecido a algo verde eran las plantas de los canteros. Y no eran comestibles.
Zoe y Timoteo empezaron a llorar.

[Tipo que brócoli no]

Tipo que no lo puedo creer. Hoy es la primera vez que me quedo a dormir en lo de Dami, y acá hay un lío...
Resulta que Ricardo y Marcela, el hermano mayor de Dami y su mujer, no comen carne (¡qué horror! ¿nunca un Mac?), y bueno, es como que llevan su comida a todos lados, pero resulta que estamos por sentarnos a comer y se acaban de dar cuenta que se olvidaron el tuper en su casa. Pobres. Ahora están todos callados, medio caracúlicos, menos mi Dami que hace chistes todo el tiempo para cambiar la onda.
Parece que Ricardo se va al super a ver si consigue algo.
Marcela le acaba de preguntar a la mamá de Dami si no tenía brócoli congelado, y ella revoleó los ojos, y negó con la cabeza..
Tipo que brócoli, ¡qué asco!

miércoles, octubre 11, 2006

Gozo

Tus ojos mirándome
dulzura
embalsamándome
eternizando-me

Cuerpo
savia vital
orgasmo-
fecundo
vos…
cosquilla
(adentro y afuera
de mi panza)

goce
gozo
grito

ojos brillantes
(bright eyes…)
…otro ladrillo en la pared
gimo
gemido
gloria

eslabón
beso almohada
pecho almohadón
plumas naranjas
y turquesas

ducha-lluvia
pelo llovido
gotas goteas
sobre mí

abrazo
perfumado
(se escapa un
te quiero
para siempre)

esternón latiente
omoplatos alas
vos
lagrimeo
secás mis lágrimas
mi amor-pañuelo
boca de miel
(mi golosina,
mi deleite-amor)

tus ojos mirándome
tus manos abarcándome
tu abrazo protegiéndome
(no quiero apartarme)

Desparramo
zapatillas
medias
tu cuerpo sobre el mío
adentro mío

goce
gozo
grito
mi amor





Octubre 2006, 2

(Buenos Aires, llueve)


Ju

domingo, octubre 08, 2006

Anexo a la noche de los museos

Erratas de último momento:
- los viajes en el 130 fueron dos, no tres.
- besos con frutillas.
- ¡cómo linternan los celulares!
- qué linda es la música folclorica de fondo, con luz tenue y emocionados mirandonos a los ojos, cuando no te das ni cuenta...
- "¡oh melancolía, señora del tiempo, beso que retorna como el mar..."
...

La noche de los museos

Fue ayer. Y fue un flash.
Lo que más aproveché fue el backstage (con varias personas al celular para combinar múltiples encuentros a diversas horas) y los pases de colectivo. Tres veces tres en el 130.
Fue interesante ver a gente de diversos estratos sociales y franjas etarias disfrutando de una movida cultural como ésta. Me gustó esa sensación que flotaba de andar sin miedo por cualquier barrio, con un mapita con las actividades y ganas de ver, de conocer, de disfrutar. No había miedo a nada, todo parecía congelado en torno a los museos y esa experiencia voyeur...

Por fín conocí el Museo del Títere, que era una autodeuda... Saqué algunas fotos, y me quedé con un sabor a poco, no sé, pero al menos la ví a Sarah Bianchi, y dejé mis datos en el cuaderno.

Volví a comer en el Retortuño, y a G. le quedó la misma sensación que a mí al habitar ese lugar. ..

Intentamos ir al Planetario, pero era tarde, y decidimos reirnos un poco, caminar un rato, y volver (ya no en el 130).

Luego el amor, el corte de luz, y un baile delicioso en el palier de casa.

viernes, octubre 06, 2006

(1) Nota al pie al post anterior

Como me mencionaran debería dar las pautas, para que se entienda "de que iba" el laburito en el taller.
La primer consigna era contar nuestro día, a secas.

Se viene la primera

Andaba colgada, y como ando así, les cuento que a partir de ahora, una vez por semana voy a subir los ejercicios del taller
Acá va el primero, y es de agosto
baccios per tuti... (1)




16/08/06
(Bah 17...)


[Once a day]
(Mi día)

Me estoy acostando a la hora en que algunos se están despertando, pero bueno ese es el hecho, y nada tiene que ver con lo que aquí voy a contarles.
El despertador se rompió hace rato –fruto del deseo inconsciente de que no suene– y esto hizo que fuera sustituido por el celular, que desviaría su función original para devenir en gallo cantor; en fin. Lo manotee al sonar –si hubiera sido gallo, pobre, lo hubiera estrangulado– y me autoconvencí de unos “15 más”, que por supuesto Morfeo estiró a treinta, y cuando amanecí tuve que bañarme rauda, comer una tostada de parado (en este caso que mi sexo es femenino, ¿será de parada?), chequear un par de mails que excusaba como urgida, y huir al trabajo. Resultado: el de siempre: horario habitual entre las 11:15 y las 11:20 hs.(horario de entrada real: 11). Beep.
Adrián me dijo que me había llamado mi abuela. Preparé café: mi cabeza seguía pegada a la almohada y soñando con los angelitos. Realicé un par de llamados –entre ellos, mi abuela, que me contó que mi prima había tenido una nena–, y me serví el café con leche de todas las mañanas. Llegó el escribano, y ladró, como todas las mañanas.
El trabajo aconteció con su burocracia habitual, bajé a almorzar a mi casa. Hablé con mi hermana, Regina, que anunciaba (ella también) el nacimiento de la beba de mi prima. Conversamos nimiedades y cortamos. Almorcé unas croquetas, chequee mails, chatee con un par de amigos y volví al yugo…
Ladrido dos del escribano. Café con leche de la tarde. Burocracia habitual. Mensaje de texto de Lore para recordarme el cumple de Fabi. Llamada a Fabi. Salida (¡Bien!).
Caminé a la parada del colectivo. Viaje hacia el taller. Llovizna, pequeña mojadura. Ingreso al taller.
Sebastián, alias El profe, y nosotros, nos presentamos. El pánico escénico hizo que olvidara mencionar entre mis autores amados, a Oliverio y a Galeano, en fin, cosas que pasan. Tiró las consignas del taller, realizamos un breve ejercicio, y nos fuimos.
En el colectivo me llamaron la atención tres chicos de gorro de lana.
Cené tarta de berenjenas –recalentada–, y una feta de jamón, mientras pensaba en este texto que luego vería la luz.
Chatee, chequee mails y lavé los platos mientras Morfeo me hacía masajes en la espalda haciéndome debatir con mi Superyo porque me gusta la noche.
Puse a recargar el gallo, y “me”, también, a escribir.
A domani, hasta mañana, au revoire, good night.

Ju♥