Eso cambió de manera gradual, pero sin caer demasiado en la cuenta, hasta apenitas entrado el otoño…
Y la buena fortuna le regaló nacer en día capicúa. Y machito…, luego de mamá con dos hermanas mujeres. Y ahí si empezó a gestarse el cambio en mí.
Agustín…
Revolución, desorden de dos años, gritos que son un cántico, una paciencia que desconozco sale de mi corazón de tía babosa que ya tiene amortizada la cámara digital autoregalada hace menos de seis meses, porque el cincuenta por ciento de las fotos en su haber son del «principito» al que no se le puede negar con nada de autoridad cuando dice “Cuí foto foto”. Y me derrito cuando me dice «tía», o «te quiero mucho», o «te amo», o viene y me despierta, o me llama a comer, y casi, casi saco la cámara en el medio del subte cuando lo vi, mezcla de atónito y de «me hago el desentendido», ante un clownmimoactorcallejero… mientras ponía su primer monedita en la gorra-media.
Desde abril de 2005 soy menos egoísta…

El reparador de sueños. Silvio Rodriguez.