jueves, octubre 26, 2006

De cuarta

Cuarta consigna: Respetando los núcleos narrativos de este cuento clásico, reescribr la propia versión.


Lugares comunes
[Historia – Relato en estaciones]

[Gesell]


Revoleó la zapatilla, con fuerza, contra la arena. Amanecía, y prácticamente no había nadie en la playa, salvo una parejita en estado de arrumaco, risas y pedo… (“… alucinando a un gordito de gafas que fue corriendo a cambiarse los lentes…”) Reprimió las lágrimas. No tenía sentido llorar. Volvió a agarrar la zapatilla y la midió con la suya. La sacudió, la olió, la abrazó, y la volvió a medir. “Un 35. No más”, pensó.
Se levantó con algo de esfuerzo (la noche anterior comenzaba a cobrar sus efectos), y tras girar la cabeza hacia uno y otro lado para ver hacia adonde se dirigía, empezó a caminar hacia algún lugar no muy definido: eso no le importaba, pero con la zapatilla abrazada fuertemente a su mano, y la convicción firme de encontrarla…

[La Plata]
Ella era la hija de una desaparecida y de un cagón. Eso la convertía en una cuasi bastarda, en una persona con una identidad difusa: una mancha tras un vidrio esmerilado, una paria. Así la hacían sentir, la persona que la había criado (bajo ningún punto de vista, racional o no, le daría el nombre de mamá) y sus dos hijas (que también eran bastardas, pero de otra categoría….). Su lugar en esa casa era el del infierno mismo, y sus únicos momentos de paz los encontraba a la noche, cuando se encontraba sola en la cocina, tomando mate e inventando historias. La casa la tenía impecable (claramente eso vendría incorporado a los genes, porque las tres cucarachas ignoraban el significado de la palabra pulcritud…, y luego hablaban de una, no tan lejana, Guerra sucia…), y esa era parte de la deuda que tenían con ella, aunque ellas sólo se empeñaran en marcarle “todo lo que habían hecho por ella…”.
Deuda interna.
En su interior entretejía la mágica sensación de libertad, de irse, de ser ella, Gloria, y no “la chirusita”, “la zurdita”, ser esa princesita de cuento de hadas, por un rato, que desde muy chica le habían arrancado de su historia.
Desde que papá estaba internado por una hemiplejía, consecuencia del dolor, el shock, morderse la lengua, el stress, la culpa y el arrepentimiento, todo había ido peor, sin embargo, ella tenía una firme esperanza que la ayudaba a aguantar (seguramente herencia de mamá), y que no le arrancaba la sonrisa con tanta facilidad.
Su vida pendulaba entre el estado de ensoñación y el de resistencia, para evadirse del dolor, para abstraerse de esa casa y de esa historia, tan ajenas.

[Constitución]

Tren de mierda. Estación de mierda. Vida de mierda.
Encima está este pelotudo con el que me enganché, que ahora tengo que conservar como un vegetal. Como si fuera poco, tengo a la piba. Maldita obediencia de vida. Obediencia de por vida. Y ningún punto final. Ahora la estoy pagando caro, tengo que mantenerlos… Pero bueno, al menos me tiene la casa limpia. Es un poco rebelde (como seguramente fue la guerrillera de la madre…)… En fin.
Lo bueno, al menos en esta vida de mierda, es que con algo de esfuerzo (y unos contactos por allí), este año nos vamos de vacaciones. Y me llevo a la piba, así nosotras tres podemos relajarnos como nos merecemos. No quiero hacer un carajo. Que ella haga todo. Para eso la tengo, y al fin y al cabo, hice tanto por ella. Me la estoy llevando afuera. Qué más puede pedir.
Me enteré por una conocida mía, que va a estar el matrimonio aquel que tiene un hijo bien, como la gente. Gente como una. Y quiero que mis chicas se relacionen con gente de clase, “de la sociedad”. No quiero que se contaminen, al contrario, que se bien relacionen. Me da cierto pudor reconocerlo: pero quiero ubicar a alguna…


[Gesell]

Vamos a hacer un asado en la casa de la playa. Alquilamos una carpa gigante para que Nico haga un recital con sus amigos: se acaba de recibir de médico, y la verdad es que sé que lo suyo es la música (aunque siempre le interesó la medicina) y quiero compensarlo, organizando esto que sé que para él es importante. Invitamos a bastante gente, para ampliar el círculo de Nico, ya que durante la carrera sólo se dedicó al estudio, y de vez en cuando a la música. Ya está en edad de ponerse de novio, de armar una familia. Qué sé yo.

* * *

Está más que claro que la chirusita no va a venir al asado. Acá es la mucama. Me parece que por momentos no le queda muy claro… No está de vacaciones, ni es hija mía. Además, ya pasaron muchos años, y ya me cansé de las viejas consignas de que “hay que convertir a los pibes por lo que fueron sus padres”, eso ya fue, sólo quiero que me sirva, y con eso ya reivindicará mi propia historia, todo mi esfuerzo…Con eso ya va a pagar, lo mismo que mantenerla luego de la enfermedad de su padre. En fin.
Los Zaldivar son una buena familia, y gracias a Beatriz nos invitaron al asado. Estoy chocha: mis chicas se van a mover entre la gente ideal. Sé que los Zaldivar tienen un chico regio, y eso es lo que más me emociona.

* * *

Ella va caminando por entre las góndolas. Tiene lágrimas secas pegadas a las mejillas, y los ojos lluviosos, empañados. Sigue caminando, mirando sin ver, hasta que su changuito choca contra otro. El chico se da vuelta, y la reconoce: es Roque, un compañero de Nadia (su hermanastra mayor) de la facultad. Es un chico muy simpático, muy agradable, muy gay, con el que ha cruzado alguna vez una palabra cuando entró a su cocina, para calentar agua para el mate. Le pregunta qué le pasa (después de pasar de la sorpresa a la vergüenza, y de la vergüenza a la a alegría de encontrarlo allí), porque nota claramente su llanto silencioso. Ella no quiere (o no puede) hablar, y luego de una suave insistencia de él, ella descarga su bronca, su angustia, su impotencia de tantos años. Primero él se sorprende, porque le reconoce que creía que era la mucama, y acto seguido, la consuela, y le cuenta que esa noche hay un recital al que podría acompañarla, a lo que ella responde que no, que no podría dejar la casa sola, que si se enteran que salió, la matan, y que además no tiene ropa. Él ignora esto último y le dice que va a estar dando vueltas en bici por la casa donde ellas paran, y ni bien vea que las tres se van, la pasa a buscar con tranquilidad. Eso sí, como ella le advierte que las tres brujas al día siguiente tienen que madrugar para visitar a la hermana de la madre, en Necochea, y van a volver temprano, él le recomienda estar volviendo a eso de las doce de la noche…

* * *
La carpa está súper iluminada. La música, estridente. Apreta el morral contra sí, y empieza a caminar. A Roque lo perdió ni bien llegaron a la playa. Empieza a caminar, y de repente un escalofrío recorre su espalda: a lo lejos distingue a sus hermanastras. Decide salir corriendo, cuando en su huida se choca con un chico hermoso.
– ¿Qué te pasa? – le pregunta con una sonrisa que derrite cualquier miedo.
– Na, na, na, nada– tartamudea estúpidamente ella.
Y de pronto, se encontró tomada de su mano corriendo hacia fuera de la carpa. Había luna llena. Se sacaron las zapatillas y metieron los pies en la agüita de la orilla. Se quedaron hablando como si se conocieran de toda la vida, y como pasa siempre, la emoción hizo que olvidaran lo prescindible: el tiempo. Cuando él mencionó excitado que dentro de cinco minutos, a las doce, iba a empezar el recital donde tocaría con su banda, a ella se le congeló el corazón, le dijo que la perdonara, que se tenía que ir, agarró su morral, sus zapatillas, y huyó corriendo….
El quedó atónito. Al rato, cuando reaccionó, descubrió que ella, al salir corriendo apurada, perdió una zapatilla.
No dijo nada, pero el corazón sí: no sabía cómo describirlo, pero supo que la había encontrado.

* * *

[Castelar] (*)
(final 1)

Acaba de llegar de lo de las Abuelas. La zapatilla fue el puntapié inicial para el análisis genético. Está exhausto, pero feliz. Después de meses de búsqueda, la encontró. Ya sabe que se llama Gloria. Recuperó las piezas del rompecabezas, y ya ve con claridad su propia identidad, tiene su propia historia. Y de una manera u otra, él fue el artífice de eso, de ayudarla, de rescatarla como un príncipe de cuentos de hadas. Y ella ahora puede ser esa princesa que siempre soñó en su infancia. Y no comerán perdices, pero serán felices, y no será un cuento de hadas, pero ésta vez, la historia tiene un final feliz…

(final 2)

Acaba de llegar de lo de las Abuelas. La zapatilla fue el puntapié inicial para el análisis genético. Está exhausto, pero feliz. Después de años de búsqueda, la encontró. Ya sabe que se llama Gloria y que es su hermana, y ella sabe que su padre no es un cagón, sino que es un buen tipo que pudo huyó. Y que ese despojo hemipléjico fue sólo un compañero coyuntural de su madre, hecho que complicó un poco su historia. Ahora eso ya no importa.
Y ella ahora puede ser esa princesa de cuentos que siempre soñó en su infancia. (Y fue rescatada por un príncipe).




(*) El final nació así, y así lo presenté al taller. Aún no ha sido retocado (y por eso es un borrador...)

4 comentarios:

  1. Qué bueno Ju!!!
    Me puso la piel de gallina.
    Me gustó mucho de verdad. muy bueno.

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  2. Pasan cosas buenas en castelar? que bueno no? yo vivo cerca tal vez en una de esas me toca alguna!

    Te deje un comentario y te aderi a los favoritos! para que despues no me retes!

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  3. Mou... gracias por tus palabras... Gracias por leerme, y me alegra que lo hayas disfrutado.

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  4. Juanitín:
    gracias por la visita, y por la "adhesión"
    (seguí viniendo)
    Ju

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Sin caer en la tentación de ser pedante, descubro que la polifonía y la hipertextualidad me han hecho más rica.
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