miércoles, junio 21, 2006

Una vida, mil vidas...



¿Quién alguna vez no soñó con tener una historia de amor de película? Esas donde los protagonistas se desencuentran, se conocen a destiempo, viven historias imposibles, pero en algún punto, intensas…

Hoy quiero regalarte estas líneas, como cierre de ella, que los dos sabemos que no era propiamente una historia de amor…, sino un movimiento de esternón a velocidad equivoca…

Quiero decirle gracias a la vida por sentir, por los cincuenta minutos de teléfono, por tu desnudo apurado y tímido, por tu voz baja confesando sentires inapropiados, imaginando un encuentro casual por calles de algún barrio, reconociendo mis ojos celestes que casi no viste…

Me cuesta imaginar tu sonrisa, aunque todo el tiempo estás riendo, con esa actitud tan tuya de lo positivo como lema imperturbable ante la vida, a pesar de que muchas veces te pintes de azul, como esa música que se desgrana de tu guitarra…, en los momentos íntimos de sublimación… Desgarros musicales…

Y hay huequitos vacuos que llenamos de perfume a magnolias, o de cenizas de alguna flor seca, de miradas que no fueron ni serán, de ojos llorosos, o voces roncas, o risas de antaño que no podemos imaginar siquiera, de abrazos contenidos, de caricias en la cara para correr un flequillo, o un beso en una lágrima de impotencia…

Se anida en mi pecho abierto, blanco y cremoso, como de alondra, ese sentimiento dulce que quedará enquistado en mi memoria de jardines fragantes, de recuerdos tiernos, infantiles, inocentes, inocuos, de pureza blanquecina, de no miedo, sino de valentía por pasar por ahí, sin siquiera arrancar una flor…

Y será una vida más en las miles que tenemos cada día, a lo largo de toda ella, inconmensurable y mínima a la vez…

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Sin caer en la tentación de ser pedante, descubro que la polifonía y la hipertextualidad me han hecho más rica.
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